domingo, 23 de enero de 2011

Te cuento un cuento (XI)




¿Cuánto de cuento tienen las remembranzas? ¿Cuánto de remembranzas tienen los cuentos?


De orines y valentías

Yo trabajaba en Taximac por aquel entonces. Taximac fabricaba relojes de taxi y parquímetros y mi trabajo habitual era perforar en las platinas los asientos de los ejes del sistema mecánico. Todo era mecánico en aquel entonces, la electrónica era apenas un sueño del futuro.
Yo estudiaba de noche y andaba en consecuencia mal dormido, así que cada dos por tres rompía una mecha porque me vencía el sueño y presionaba demasiado (eran agujereadoras de banco manuales, máquinas que hoy son casi patrimonio de museo en la mediana industria y las mechas eran de 3 o 4 mm)
Y cuando ya no podía mas pedía permiso para ir al baño -porque los obreros, a diferencia de los empleados, generalmente deben tener publicidad y autorización para esos menesteres- agarraba un diario, lo tendía en el suelo al lado del inodoro y me despachaba una microsiesta.
Contaba con la complicidad de algunos compañeros de trabajo, sobre todo un catamarqueño (el primero que conocí) y un santiagueño cuyos nombres se han perdido en la bruma de mi memoria y que cuando veían que no volvía o el capataz yiraba por ahí me avisaban para salvarme de la consecuente (y justa, porque no) bajada de caña si se descubría el entuerto.
Será por eso quizás que años después, cuando me tocó manejar personal, resulté algo flojo en ese aspecto. Recuerdo un capataz que me dijo "inginiero (en las minas cualquiera con cargo jerárquico se recibe automáticamente de ingeniero, a lo Blumberg) usted es bueno, pero ellos creen que es boludo".
Quiero dejar constancia que a diferencia de Blumberg yo aclaraba siempre que no lo era, pero me lo zampaban igual.
Bueno, volviendo al tema, eran épocas de dictadura ¡Cuándo no! y se intentaba conmemorar un 17 de octubre. Yo no era peronista pero iba a las manifestaciones porque era una forma de lucha contra la dictadura y porque no andaba lejos de los peronistas (todos mis compañeros de trabajo lo eran)
Así que a la salida de la fábrica rumbeé para Plaza Once con mi portafolio escolar y ahí anduve a los gritos, las puteadas y las corridas escapando a los gases, los bastonazos y los sablazos de la montada.
Mientras corría alejándome por vaya uno a saber que calle, miro a uno que corría junto a mí..¡y era Andrés Framini! ¡Que cerca que estábamos los diferentes!
Volví a la plaza varias veces y huí de la plaza otras tantas, hasta que en un momento un tipo gordo, con bigotes y anteojos me agarró del brazo cuando pasaba corriendo y me dijo:"Hijo de puta, desde hoy que andás jodiendo por acá. Tomátelas o te hago mierda".
En el mismo instante me clavó un revólver en la panza con fuerza. Casi me hize piz encima, pero no porque yo era valiente. Y logicamente no volví a la plaza ese día.
No pasó mucho tiempo y comenzaron a suspendernos en Taximac porque se les había desarmado la provisión de parquímetros a la ciudad de Lima y quedaron atiborrados de parquímetros.
Así que el hambre apretaba y le prometí al santiagueño una pistola 22 en pago de varias veces que me ayudó con unos mangos y aquel día llevé el arma a la fábrica para mostrarle que tenía un problema que debía arreglarle antes.
Me estaban por elegir delegado y la patronal no sé como se enteró que estaba con la pistola (sospecho la complicidad de alguno de la UOM de Lorenzo Miguel pero vaya uno a saber).
Cuando me retiraba salí del comedor, que daba a la calle, y un cana salió de atrás y otro cruzó corriendo desde la vereda de enfrente, los dos de civil, y me encajaron uno la pistola en los riñones y el otro la pistola en el estómago (y me detuvieron, logicamente).
Esa vez ya me oriné con confianza y me convenzí de la veracidad del dicho aquel de que uno se mea del miedo.
También me convenzí de que no era tan valiente después de todo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué diferencias tiene la juventud aquella con la actual. Hoy si van a la plaza es para destrozar todo porque sus equipos de fútbol perdieron, y si van maldormidos a trabajar es porque estuvieron de joda la noche anterior. Por un lado me parece bien que los de hoy no tengan que padecer lo que los de ayer, pero por otro lado me entristece cómo los de hoy desprecian el esfuerzo ded los de antes. Aunque hay algunos jóvenes hoy que me dan esperanzaas, de que en 40 años haya más cuentos o remembranzas como esta.

Anónimo dijo...

Anónimo, no todos los jóvenes son así y tampoco hay que olvidar que los jóvenes de hoy son los hijos de los jóvenes de ayer.